La perfección de Michelangelo
500 AÑOS DEL DAVID
La perfección de Michelangelo
Por MIREYA CASTAÑEDA
Algunos visitantes de Florencia llegan hasta el Viale dei Colli como epílogo a su recorrido por sus museos y plazas. Cuando hace unos años tuve la oportunidad de viajar a esa mágica ciudad, preferí tomarlo como prólogo. Admirar desde la colina el amplio panorama florentino, y, en aquel invierno, el apacible fluir del Arno. Lo he recordado por las celebraciones del quinto centenario de una de las esculturas más famosas y admiradas del mundo, el David de Michelangelo.
Precisamente el Pizzale que en el Viale dei Colli lleva el nombre del Maestro, es, considero, el punto más sugestivo de ese paseo. Desde allí se aprecian esos puntos cenitales de Florencia, la cúpula del Duomo, la torre del Palacio Viejo, la parte superior del Baptisterio, el Ponte Vecchio.
Tiene Florencia dos centros indispensables para un visitantes con escasas 48 horas. El primero, la Plaza del Duomo, esto es la cúpula de la catedral Santa María del Fiore (el Coro de Donatello, la Pietá de Michelangelo), el Baptisterio (donde fue bautizado Dante) y el Campanario del Giotto.
Luego, o antes, según usted decidida, la Plaza de la Señoría, de incomparable belleza, dominada por el Palacio Viejo, la Galería de los Uffizi (Michelangelo, Giotto, Rafael, Boticelli) y la Loggia, con sus elegantes arcadas, donde triunfan El rapto de las Sabinas, o el Perseo, de Cellini.
La Plaza de la Señoría es un verdadero museo a cielo abierto, con impresionantes estatuas, entre ellas Neptuno; Hércules y Caco, y... el David de Michelangelo, en su lugar original de 1504. Ah!, pero ya nadie se deja confundir, la escultura es ahora una réplica, pues aquel mármol blanco de Carrara, imperfecto, que el Maestro transformó en símbolo eterno de perfección, fue trasladado desde 1873 a la Academia.
Entonces, a paso muy apresurado, fui hacia la Academia (los museos cierran temprano para el visitante ocasional, las 3pm), pero allí, entre decenas de admiradores del arte o simples turistas, la ansiedad del tiempo se esfuma.
Desde su pedestal, el David provoca íntima serenidad, usted comprende el significado de belleza, gracia y armonía. El silencio es absoluto. Hay una suerte de comunicación que nada es capaz de interrumpir. Su contemplación continúa proporcionando uno de los mayores placeres estéticos que nos ha legado la historia del arte. El momento resulta sublime y sólo mucho después usted decide ir a todos esos detalles que ahora, al celebrarse los 500 años de que el joven Michelangelo esculpiera esta obra excepcional, vuelven a publicarse.
Muchos van a los propios contemporáneos del maestro y recuerdan lo escrito por el biógrafo renacentista Giorgio Vasari en sus Vidas: "Esta obra ha dejado mudas a todas las estatuas modernas y antiguas, griegas o latinas".
Michelangelo (1475-1564) esculpió el David cuando tenía tan sólo 26 años y empleó para ello 24 meses. El 8 de septiembre de 1504, la gigantesca estatua, de 5,16 metros de altura y 5,5 toneladas de peso, quedaba ubicada delante del palacio de la Signoria, símbolo del poder de Florencia. El lugar del emplazamiento del David fue elegido por una comisión de la que formaban parte Leonardo Da Vinci y Sandro Botticelli. Dicen que se emplearon 24 días en trasladarla desde el taller del artista hasta la Plaza della Signoria.
Para el aniversario, la estatua fue sometida a un lavado integral con agua doblemente destilada, después de 11 años de diagnósticos previos, en los que participaron 70 científicos de 33 institutos italianos y extranjeros.
Muchos consideran esta limpieza como un percance más que ha sufrido el David. El primero resultó cuando en 1512 un rayo cayó en su base, posteriormente, en 1527, durante unos motines populares contra los Médicis, se produjo una fractura en el brazo izquierdo, en el siglo XIX limpiaron la cera que protegía el mármol con ácido clorhídrico, y en 1991 un hombre, justamente catalogado como loco, rompió a martillazos uno de los dedos del pie izquierdo.
Michelangelo talló en Florencia y Roma, piezas como Madonna de las escaleras, Batalla de los Centauros, Bacco, o la Pietá que se encuentra en la Basílica de San Pedro y pintó los famosos frescos de la Capilla Sixtina, pero el David...el David, como representación de la fortaleza, la ira, la libertad, la tensión, la fuerza contenida, está reconocido como su escultura más admirada.
Florencia es mucho Buonarroti. Está en el Palacio y jardines de los Médicis, en la Plaza de la Señoría, en el Duomo, en la Academia, en los Uffizi, en la capilla San Lorenzo, en el Palacio Viejo, en su propia casa en la via Ghibelina. En la Basílica de Santa Croce está su tumba, y desde el siglo 19, en el Viale dei Colli, se ideó el Piazzale Michelangelo, con un monumento al artista, ese genio del Renacimiento.
Desde su Plaza comencé precisamente aquel recorrido por Florencia, donde el arte hizo cálido aquel febrero invernal, y que recuerdo ahora en la celebración del medio milenio del David.
La perfección de Michelangelo
Por MIREYA CASTAÑEDA
Algunos visitantes de Florencia llegan hasta el Viale dei Colli como epílogo a su recorrido por sus museos y plazas. Cuando hace unos años tuve la oportunidad de viajar a esa mágica ciudad, preferí tomarlo como prólogo. Admirar desde la colina el amplio panorama florentino, y, en aquel invierno, el apacible fluir del Arno. Lo he recordado por las celebraciones del quinto centenario de una de las esculturas más famosas y admiradas del mundo, el David de Michelangelo.
Precisamente el Pizzale que en el Viale dei Colli lleva el nombre del Maestro, es, considero, el punto más sugestivo de ese paseo. Desde allí se aprecian esos puntos cenitales de Florencia, la cúpula del Duomo, la torre del Palacio Viejo, la parte superior del Baptisterio, el Ponte Vecchio.
Tiene Florencia dos centros indispensables para un visitantes con escasas 48 horas. El primero, la Plaza del Duomo, esto es la cúpula de la catedral Santa María del Fiore (el Coro de Donatello, la Pietá de Michelangelo), el Baptisterio (donde fue bautizado Dante) y el Campanario del Giotto.
Luego, o antes, según usted decidida, la Plaza de la Señoría, de incomparable belleza, dominada por el Palacio Viejo, la Galería de los Uffizi (Michelangelo, Giotto, Rafael, Boticelli) y la Loggia, con sus elegantes arcadas, donde triunfan El rapto de las Sabinas, o el Perseo, de Cellini.
La Plaza de la Señoría es un verdadero museo a cielo abierto, con impresionantes estatuas, entre ellas Neptuno; Hércules y Caco, y... el David de Michelangelo, en su lugar original de 1504. Ah!, pero ya nadie se deja confundir, la escultura es ahora una réplica, pues aquel mármol blanco de Carrara, imperfecto, que el Maestro transformó en símbolo eterno de perfección, fue trasladado desde 1873 a la Academia.
Entonces, a paso muy apresurado, fui hacia la Academia (los museos cierran temprano para el visitante ocasional, las 3pm), pero allí, entre decenas de admiradores del arte o simples turistas, la ansiedad del tiempo se esfuma.
Desde su pedestal, el David provoca íntima serenidad, usted comprende el significado de belleza, gracia y armonía. El silencio es absoluto. Hay una suerte de comunicación que nada es capaz de interrumpir. Su contemplación continúa proporcionando uno de los mayores placeres estéticos que nos ha legado la historia del arte. El momento resulta sublime y sólo mucho después usted decide ir a todos esos detalles que ahora, al celebrarse los 500 años de que el joven Michelangelo esculpiera esta obra excepcional, vuelven a publicarse.
Muchos van a los propios contemporáneos del maestro y recuerdan lo escrito por el biógrafo renacentista Giorgio Vasari en sus Vidas: "Esta obra ha dejado mudas a todas las estatuas modernas y antiguas, griegas o latinas".
Michelangelo (1475-1564) esculpió el David cuando tenía tan sólo 26 años y empleó para ello 24 meses. El 8 de septiembre de 1504, la gigantesca estatua, de 5,16 metros de altura y 5,5 toneladas de peso, quedaba ubicada delante del palacio de la Signoria, símbolo del poder de Florencia. El lugar del emplazamiento del David fue elegido por una comisión de la que formaban parte Leonardo Da Vinci y Sandro Botticelli. Dicen que se emplearon 24 días en trasladarla desde el taller del artista hasta la Plaza della Signoria.
Para el aniversario, la estatua fue sometida a un lavado integral con agua doblemente destilada, después de 11 años de diagnósticos previos, en los que participaron 70 científicos de 33 institutos italianos y extranjeros.
Muchos consideran esta limpieza como un percance más que ha sufrido el David. El primero resultó cuando en 1512 un rayo cayó en su base, posteriormente, en 1527, durante unos motines populares contra los Médicis, se produjo una fractura en el brazo izquierdo, en el siglo XIX limpiaron la cera que protegía el mármol con ácido clorhídrico, y en 1991 un hombre, justamente catalogado como loco, rompió a martillazos uno de los dedos del pie izquierdo.
Michelangelo talló en Florencia y Roma, piezas como Madonna de las escaleras, Batalla de los Centauros, Bacco, o la Pietá que se encuentra en la Basílica de San Pedro y pintó los famosos frescos de la Capilla Sixtina, pero el David...el David, como representación de la fortaleza, la ira, la libertad, la tensión, la fuerza contenida, está reconocido como su escultura más admirada.
Florencia es mucho Buonarroti. Está en el Palacio y jardines de los Médicis, en la Plaza de la Señoría, en el Duomo, en la Academia, en los Uffizi, en la capilla San Lorenzo, en el Palacio Viejo, en su propia casa en la via Ghibelina. En la Basílica de Santa Croce está su tumba, y desde el siglo 19, en el Viale dei Colli, se ideó el Piazzale Michelangelo, con un monumento al artista, ese genio del Renacimiento.
Desde su Plaza comencé precisamente aquel recorrido por Florencia, donde el arte hizo cálido aquel febrero invernal, y que recuerdo ahora en la celebración del medio milenio del David.
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