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FRANK FERNANDEZ

FRANK FERNANDEZ

El maestro Frank fernández vuelve a sorprender
Por MIREYA CASTAÑEDA
• Frank Fernández es un reconocido concertista de talla internacional. Su éxito más reciente ha sido en la Sala Chaikovski de Moscú, tocando a Mozart. Ahora el maestro vuelve a sorprender. Presenta un nuevo disco, Amor y dolor.
Lo inusual no es el CD, pues cuenta en su discografía como interprete con 21, y otros cien como arreglista y productor. Se trata de que ahora participa como pianista “acompañante” — y el entrecomillado es válido, pues lo hace con su sello inconfundible— de la cantante lírica Bárbara Llanes.
Pero no sería esta unión algo realmente fuera de lo común. Es que ambos, el maestro y la soprano, se conjugaron para grabar un disco con algunas de las más hermosas canciones de la trovadoresca cubana de la primera mitad del siglo XX.
Amor y dolor (sello EGREM) fue presentado en el Delirio Habanero del Teatro Nacional y allí tuve la oportunidad de escuchar en vivo tres de los temas que incluye.
Al explicar sus motivaciones para este CD, el maestro Frank Fernández expresó su admiración por la canción lírica cubana, “no sólo la de los eruditos como Lecuona, Roig o Sánchez de Fuentes, sino también de cantantes como Sindo Garay o Rosendo Ruiz, que sin bagaje académico, tienen una poética de tan alto valor que no se puede hablar de la cultura cubana sin ellos”.
La motivación más importante —dijo— fue tener a Bárbara Llanes, una cantante de gran capacidad interpretativa y musical, que conoce la tradición trovadoresca desde su propia familia.
La joven cantante, con varios premios internacionales, mostró su “enorme satisfacción” de que el maestro aceptara su proyecto. “Conozco desde niña el prestigio y el arte de Frank Fernández, pero hoy tengo un conocimiento más profundo de cómo trabaja. Se dice buen músico, compositor, arreglista para la Nueva Trova, cine, televisión. No lo conocía como maestro, y fue ahora mi guía espiritual. Me enseñó, por ejemplo, a sentarme a percibir el arte en un estudio, que es tan frío. Me dejé llevar con plena conciencia”.
Tanto Frank Fernández como Bárbara Llanes precisaron que no ensayaron “demasiado” para buscar la emoción del momento, la espontaneidad de la improvisación, para lograr hacer creer que la obra está naciendo en ese momento.
En un aparte, le pregunto a Bárbara Llanes (graduada del Conservatorio Amadeo Roldán y del Instituto Superior de Arte) por qué siendo una soprano a quien se le atribuye “una tesitura privilegiada”, se decidió a que su primer CD fuera con otro género musical, el de la trovadoresca.
B Ll: Los trovadores cubanos escribieron para las líricas, por lo menos yo me lo adjudico, y fueron unas canciones tan bonitas, tan bien escritas. No lindas, sino que formalmente, desde el punto de vista de la composición son canciones perfectas, con letras maravillosas, y pienso que bien podrían estar en los catálogos de la música lírica cubana. La ópera es mi pasión. Me encantan los personajes que sufren, que mueren. No porque soy trágica. Por ejemplo yo sin Boheme no podría vivir, estaría toda la vida oyendo las melodías maravillosas de Puccini, sobre todo me gustan las óperas de Puccini.
Naturalmente no podría dejar de conversar con el maestro Frank Fernández, quien antes me había hablado de su vuelta a la Sala Chaikovski, donde nos conocimos hace más de dos décadas, cuando tocó nada menos que el Concierto número uno para piano y orquesta del gran compositor ruso que da nombre al Conservatorio y a la Gran Sala moscovita.
?Este CD es un rescate de un género que los jóvenes prácticamente no conocen, regalo además que le hace a la cultura cubana?
FF: Estos trabajos sobre la música cubana no significan que haces un CD y ya tienes la solución del problema. Cuando uno se arriesga, cuando pretende, sin arrogancia, subrayar algunos puntos de la cultura cubana que han sido preteridos, eso no significa que lo hiciste y tuviste la sanción, digamos de los periodistas, que dijeron, oh, muy bien, no, hay que esperar con el tiempo. ¿Cuál es mi ilusión? Que aquí mismo en una mañana calurosa, sin la concentración debida, yo sentí comunicación con lo que hicimos, y tu sabes que la prensa no es un publico fácil, que la prensa está entre el agobio de la premura por la noticia, mas todos los problemas que tenemos los seres humanos, y yo sentí que el proyecto es importante, es bueno. Si tu además averiguas donde se pueden conseguir estas canciones, y prácticamente ya no se pueden conseguir, entonces es muy posible que estemos ante un hecho mas allá de un disco, sino de una provocación cultural, un estímulo a un género maravilloso que no se ha cultivado en los últimos tiempos, no se porque razones. Creo que Bárbara Llanes con este trabajo está incitando a un pensamiento. Esta música tiene derecho propio a existir.
? De Mozart a la trovadoresca cubana. Alguna otra sorpresa?
FF: La verdad es que sí. Ya sabes lo del Concierto número 23 de Mozart en Moscú, ahora la trova cubana, y finalmente el año con el primer CD, de dos, dedicados a las sonatas más famosas de Ludwig van Beethoven. Estoy feliz porque llevé esas grabaciones a Moscú, se las puse a mi maestro (Víctor Merzhanov), y otros eruditos, y la calificaron de algo que tiene vida mas allá de lo local. Me siento muy feliz, que en un año haya tenido un éxito grande con Mozart, haya presentado este CD y que pueda hacer el Beethoven.
En esa mañana calurosa del “otoño” cubano, Frank Fernández y Bárbara Llanes, improvisaron, tal como les gusta, tres canciones del CD, y fue una experiencia magnífica, la interpretación espléndida a que tiene acostumbrados el maestro, a la que se sumó la exquisita voz de la joven soprano.
Un verdadero gozo haber podido escucharlos en Nunca te lo diré, de Gonzalo Roig; la rosa roja, de Oscar Hernández (canción de donde es tomado el título Amor y Dolor), y Corazón, de Eduardo Sánchez de Fuentes.

ALICE WALKER EN LA HABANA

ALICE WALKER EN LA HABANA
Apasionada, política, personal...meridiana
Por MIREYA CASTAÑEDA

• Alice Walker es como sus personajes, apasionada, personal, política. Igual que su Meridiana, esa mujer que da nombre a la novela homónima de 1976, y que por su generosidad se ha publicado ahora en Cuba.
No le pareció suficiente haber donado otra vez los derechos de una de sus novelas, antes lo había hecho con El color púrpura, sino que viajó expresamente a la Feria de La Habana para presentar esta edición de Meridiana (Arte y Literatura), por demás la primera traducción al español.
Menuda y sonriente, estuvo atenta a lo que decían Nancy Morejón, Premio Nacional de Literatura, los editores y el traductor, al numeroso público (entre todos el presidente del parlamento cubano, Ricardo Alarcón) que acudió a lo que fue en realidad uno de los acontecimientos de la Feria.
Como es comprensible, todos queríamos escuchar a Alice Walker, quien justamente es reconocida como una de las voces más significativas de la literatura femenina y afronorteamericana, criterio respaldado por una impresionante obra. Ella se mueve con igual libertad entre la poesía, el cuento, la novela y el ensayo, en los cuales dibuja la lucha de los afronorteamericanos a través de la historia, pero sus libros trascienden raza y género, al dotar a sus personajes y temas de una indudable universalidad.
Meridana, su exitosa novela que la convocó por quinta ocasión a Cuba, aborda la evolución personal de una joven negra en el escenario del Movimiento de los Derechos Civiles. Estructuralmente compleja, la obra abre numerosas interrogantes, entre ellas el amor entre blancos y negros, la sexualidad, la tolerancia, los prejuicios, la violencia y la no-violencia.
Sería imperdonable intentar comentar Meridiana, teniendo a la propia Alice Walker, y como la gran escritora que es, regaló una introducción.
Ante todo dijo estar feliz de volver a estar en La Habana porque para ella significa mucho que los cubanos la comprendan. A veces en mi propio país —explicó— yo soy severamente criticada por personas que ni siquiera se molestan en leerme.
Después de El color púrpura (1982) sufrí años de crítica y hostilidad, tanta —aseguró— que llegué a sentirme en peligro. “Por eso fue maravilloso venir a Cuba y ver que comprendían lo que había escrito y amaban a mis personajes, y lo más importante, se reconocían en ellos, y a sus antepasados”.
La escritora afirmó que Meridiana es una novela muy especial para ella (¿poco o mucho autobiográfica?) porque trata el período de la lucha en el sur por los derechos civiles, durante la cual “muchos líderes fueron asesinados, incluso algunos de los que no se oye hablar”.
Con naturalidad compartió algunos aspectos personales alrededor de esta novela. “La escribí en Mississippi. Allí me casé con un blanco, lo que era ilegal en ese estado. Había muchas leyes contra el mestizaje. Las personas de color y algunos blancos trabajaron mucho para combatirlas, con un alto costo para nuestros cuerpos, nuestras relaciones amorosas, nuestras familias”.
Ella quería escribir una novela sobre los que quieren cambiar la sociedad desde dentro, los revolucionarios —dijo— y que a ellos no los conviertan en personajes de comics, que no los muestren unidimensionales, por eso muestra sus luchas internas, porque de estas personas sólo se conoce lo que transmite la televisión. Puso por ejemplo el caso de Martin Luther King Jr, a quien se ve como líder, pero —preguntó— ¿y su lucha por su familia, el stress que sufría por la persecución del FBI? “Son iconos, pero también seres humanos”.
Explicó que al escribir Meridiana quiso rendir homenaje a los amantes, esos que se veían tentados a solucionar por ellos mismos esa locura histórica, aunque la sociedad no estaba preparada para comprender esas parejas, y a los revolucionarios que sufrieron tanto y trataron de hacer más de lo que podían.
La novelista añadió que también quería mostrar que estar comprometidos con el cambio no es una moda. “Esto es lo que Meridiana significa: entrar en conflicto con los que creían que la revolución era algo así como un peinado nuevo. No es así, no es una moda”.
Así, Meridiana comprende lo fundamental —subrayó la novelista— elegir a los que componen la mayoría del planeta, estar junto a los pobres, a los que luchan, porque al final el pueblo triunfa.
Alice Walker, entre la firma de sus libros, el acoso de otros periodistas, y los saludos de muchas personalidades allí congregadas, respondió dos preguntas para esta publicación: ¿Cuál es la influencia de la literatura afronorteamericana en la sociedad en general? “ Hay una muy fuerte literatura afronorteamericana, esa es la razón por la cual los afronorteamericanos somos cada vez más fuertes, porque tenemos poesías desde el siglo 18, novelas, obras teatrales. Tenemos una cultura, y mucho de ella está en la literatura. Es muy poderosa”.
¿Cuál es su opinión de la llamada literatura leight? “Leight en el sentido de popular, si, es cierto algunas mujeres escriben así, creo que está bien tener una literatura leight que usted lee en la playa, pero otras mujeres están escribiendo una literatura necesaria, esa que usted lee para ayudarle a vivir su vida, y los afronorteamericanos generalmente escriben literatura que le ayudará a vivir su vida”.
Alice Walker, apasionada, luminosísima, Meridiana.

La perfección de Michelangelo

500 AÑOS DEL DAVID
La perfección de Michelangelo
Por MIREYA CASTAÑEDA
• Algunos visitantes de Florencia llegan hasta el Viale dei Colli como epílogo a su recorrido por sus museos y plazas. Cuando hace unos años tuve la oportunidad de viajar a esa mágica ciudad, preferí tomarlo como prólogo. Admirar desde la colina el amplio panorama florentino, y, en aquel invierno, el apacible fluir del Arno. Lo he recordado por las celebraciones del quinto centenario de una de las esculturas más famosas y admiradas del mundo, el David de Michelangelo.
Precisamente el Pizzale que en el Viale dei Colli lleva el nombre del Maestro, es, considero, el punto más sugestivo de ese paseo. Desde allí se aprecian esos puntos cenitales de Florencia, la cúpula del Duomo, la torre del Palacio Viejo, la parte superior del Baptisterio, el Ponte Vecchio.
Tiene Florencia dos centros indispensables para un visitantes con escasas 48 horas. El primero, la Plaza del Duomo, esto es la cúpula de la catedral Santa María del Fiore (el Coro de Donatello, la Pietá de Michelangelo), el Baptisterio (donde fue bautizado Dante) y el Campanario del Giotto.
Luego, o antes, según usted decidida, la Plaza de la Señoría, de incomparable belleza, dominada por el Palacio Viejo, la Galería de los Uffizi (Michelangelo, Giotto, Rafael, Boticelli) y la Loggia, con sus elegantes arcadas, donde triunfan El rapto de las Sabinas, o el Perseo, de Cellini.
La Plaza de la Señoría es un verdadero museo a cielo abierto, con impresionantes estatuas, entre ellas Neptuno; Hércules y Caco, y... el David de Michelangelo, en su lugar original de 1504. Ah!, pero ya nadie se deja confundir, la escultura es ahora una réplica, pues aquel mármol blanco de Carrara, imperfecto, que el Maestro transformó en símbolo eterno de perfección, fue trasladado desde 1873 a la Academia.
Entonces, a paso muy apresurado, fui hacia la Academia (los museos cierran temprano para el visitante ocasional, las 3pm), pero allí, entre decenas de admiradores del arte o simples turistas, la ansiedad del tiempo se esfuma.
Desde su pedestal, el David provoca íntima serenidad, usted comprende el significado de belleza, gracia y armonía. El silencio es absoluto. Hay una suerte de comunicación que nada es capaz de interrumpir. Su contemplación continúa proporcionando uno de los mayores placeres estéticos que nos ha legado la historia del arte. El momento resulta sublime y sólo mucho después usted decide ir a todos esos detalles que ahora, al celebrarse los 500 años de que el joven Michelangelo esculpiera esta obra excepcional, vuelven a publicarse.
Muchos van a los propios contemporáneos del maestro y recuerdan lo escrito por el biógrafo renacentista Giorgio Vasari en sus Vidas: "Esta obra ha dejado mudas a todas las estatuas modernas y antiguas, griegas o latinas".
Michelangelo (1475-1564) esculpió el David cuando tenía tan sólo 26 años y empleó para ello 24 meses. El 8 de septiembre de 1504, la gigantesca estatua, de 5,16 metros de altura y 5,5 toneladas de peso, quedaba ubicada delante del palacio de la Signoria, símbolo del poder de Florencia. El lugar del emplazamiento del David fue elegido por una comisión de la que formaban parte Leonardo Da Vinci y Sandro Botticelli. Dicen que se emplearon 24 días en trasladarla desde el taller del artista hasta la Plaza della Signoria.
Para el aniversario, la estatua fue sometida a un lavado integral con agua doblemente destilada, después de 11 años de diagnósticos previos, en los que participaron 70 científicos de 33 institutos italianos y extranjeros.
Muchos consideran esta “limpieza” como un percance más que ha sufrido el David. El primero resultó cuando en 1512 un rayo cayó en su base, posteriormente, en 1527, durante unos motines populares contra los Médicis, se produjo una fractura en el brazo izquierdo, en el siglo XIX limpiaron la cera que protegía el mármol con ácido clorhídrico, y en 1991 un hombre, justamente catalogado como loco, rompió a martillazos uno de los dedos del pie izquierdo.
Michelangelo talló en Florencia y Roma, piezas como Madonna de las escaleras, Batalla de los Centauros, Bacco, o la Pietá que se encuentra en la Basílica de San Pedro y pintó los famosos frescos de la Capilla Sixtina, pero el David...el David, como representación de la fortaleza, la ira, la libertad, la tensión, la fuerza contenida, está reconocido como su escultura más admirada.
Florencia es mucho Buonarroti. Está en el Palacio y jardines de los Médicis, en la Plaza de la Señoría, en el Duomo, en la Academia, en los Uffizi, en la capilla San Lorenzo, en el Palacio Viejo, en su propia casa en la via Ghibelina. En la Basílica de Santa Croce está su tumba, y desde el siglo 19, en el Viale dei Colli, se ideó el Piazzale Michelangelo, con un monumento al artista, ese genio del Renacimiento.
Desde su Plaza comencé precisamente aquel recorrido por Florencia, donde el arte hizo cálido aquel febrero invernal, y que recuerdo ahora en la celebración del medio milenio del David.

carlos acosta

Carlos Acosta: Príncipe, esclavo, fauno
• La estrella internacional estrena en La Habana su primera coreografía • Producida por el Sadler’s Wells de Londres
POR MIREYA CASTAÑEDA
• Carismático, con un virtuosismo técnico de hierro, de elegante porte, amplia sonrisa, así es Carlos Acosta (La Habana, 1973) un bailarín clásico que se encuentra en la cúspide de su carrera internacional.
Con esas cualidades ha atrapado al público, pero también a coreógrafos y directores de compañías como el Royal Ballet de Londres, su base actual, o de muchas otras donde baila en calidad de artista invitado, dígase, American Ballet Theatre, English National Ballet, Houston Ballet.
Lo encontramos, para algunos contradictoriamente, en los salones de Danza Contemporánea de Cuba, y hace un alto en los ensayos de su primera coreografía para esta entrevista.
Hablemos de los últimos tiempos: Yo estoy de artista invitado en el Royal Ballet, pero hago estaciones en Hungría, Dallas, en Nueva York (donde bailó con el ABT en el Metropolitan) pero mayormente en el Royal Ballet, con el que hago 25 espectáculos, es mi base. Entre fechas me aparecen cosas que trato de insertar. En los próximos meses tengo programadas cuatro Fille mal gardee en Boston, otra Giselle en Dallas, y en el Royal regreso a hacer Apolo, Gloria, Son of the earth, Manon y una gira al Bolshoi (de Moscú). Estaré ocupado.
Ha mencionado diferentes obras, diferentes estilos: Hago de todo. El bailarín clásico hace de todo, el contemporáneo que es nuestro lenguaje, el clásico que es la joya, lo que nunca va a morir, pero el lenguaje actual es mas abierto, mas libre, como son las coreografías de Nacho Duato, o de Forthsyte. Son cosas muy interesantes que quiero continuar haciendo y el Royal Ballet me da esa oportunidad, hacer un Albrecht en Giselle, o Manon, de Kenneth Macmillan, pero otras más contemporáneos. El bailarín clásico ha cambiado muchísimo.
Pero siempre parte del clásico: El ballet clásico es la joya que no va a morir, lo haga Baryshnikov o José Manuel Carreño, sus pasos y posiciones son los mismos, lo diferente es la manera de sentirlo. Igual todos pero diferentes. Ahora vivimos en un mundo distinto, la gente baila distinto, hay que ir con el tiempo.
¿Cómo aceptan su modo de bailar, de interpretar a un príncipe, un esclavo, un fauno, cualquiera de los personajes del mundo de la danza?: Siempre estoy expuesto a un gran riesgo. Es difícil tratar de borrar la idea de la gente sobre un personaje. Yo trato de imprimirles mi sello, de ser yo, porque si no, ¿cuál es la diferencia?
Su raíz es la escuela cubana de ballet, ¿cómo incorpora otros estilos?: Eso también es parte de lo contemporáneo. He tenido la oportunidad de trabajar con Ben Stevenson (director artístico del Houston Ballet), que tiene una formación inglesa, y eso me ha enriquecido la fuerte escuela que yo tenía que es la escuela cubana de ballet. Eso es algo que me hace mas completo, porque cuando tienes bastantes opciones ves todo mas claro y también te da espacio para crear tu propia idea de lo que la danza debe ser, o que mensajes quieres enviar al público a través de un personaje. Para mi todo este proceso de aprendizaje ha sido muy enriquecedor.
¿Recuerdos del último Festival Internacional de Ballet de La Habana?: Para mí fue impresionante. Algo que yo esperaba por años. No había tenido la oportunidad y por fin me programé para venir al Festival. Yo he tenido el privilegio de gozar de una carrera internacional con bastante éxito, pero yo no había podido compartir lo que he aprendido a escala del Festival, era lo que quería hacer, que le pueblo viera lo que he estado haciendo todos estos años y como he crecido como artista, compartir este momento, con mi familia también. Fue muy emocionante.
Virtuosismo técnico es lo primero que le señala la crítica: La técnica es un adorno, cuando tu alcanzas un nivel. El fin es el mensaje, el espíritu, la energía que pones atrás, como eso llega a la gente, se identifica con tu personaje, cuando es cómico, como se ríen, como sienten el amor. Eso es lo más importante, porque uno es un ser humano, no es una computadora, uno tiene días malos, tiene días emotivos que estas bajo, emocionalmente mal, entonces es imposible estar siempre a la altura de esa técnica, también los dolores, cuando te duele la rodilla. Tu tratas siempre de hacer lo mejor posible y mantenerte. Pero para mi un pirouette mas o menos, un salto mas alto, ya no es tan importante como la energía que se pone y que el personaje se vea. Si es Basilio, este barbero de pueblo, si es Albrecht o el Corsario. Para mi lo más importante es actuar.
Ahora ha creado en La Habana su primera coreografía: Yo sentía la necesidad de crear algo propio, y empecé a pensar que historia podía contar y poco a poco fui creando mi historia, inspirado en mis viajes, en el proceso de adaptación en distintas compañías en distintos países, pero también utilicé esta historia para insertar otros mensajes, como contra la guerra, que es muy delicado, y a mi me molesta que todavía asesinen a la gente, que la gente tenga que morir por caprichos de otros, que están en el poder y deciden el destino de la gente. Quería hacer un espectáculo más ambicioso, en el que mezclo bailarines, actores, los músicos en vivo. Es una idea bonita, pense que el tiempo era justo, porque tenía la libertad para hacerlo y me dije, adelante. El espectáculo se llama Tocororo, fábula cubana.
Lo ha montado con la compañía Danza Contemporánea: Trato de utilizar distintos lenguajes danzarios, como el clásico, lo folklórico y lo contemporáneo fundidos, para resaltar nuestra cultura, nuestro talento. La música es original de Miguel Nuñez; está la actriz Hilda Oates, el bailarín Alexander Varona, la bailarina Verónica Corveas (del Ballet Nacional de Cuba) y la compañía Danza Contemporánea. Es mi espectáculo (libreto, coreografía, dirección general), aunque los diseños son del italiano Salvatore Forino, que conocí en el Covent Garden, y me está ayudando en este proyecto. Yo espero que la gente se va a identificar, hay mucha energía, versatilidad, hay humor y drama, creo que es un show bastante completo.
Hay entonces una combinación de los géneros: En realidad es mas bien todo contemporáneo, del clásico la técnica, y porque yo hago dos o tres solos. En el argumento el grupo me humilla porque yo bailo clásico, que es mi lenguaje. Cuando yo llegué a Inglaterra no sabia inglés, entonces me era difícil entender y participar, estuve mucho tiempo así, hasta que fui aprendiendo y me fui integrando y tenia mas participación, y finalmente no era un extranjero. Y esto lo llevo a la danza. En la pieza cuando llego al grupo me invitan a bailar y yo empiezo a hacer cosas clásicas, y se ríen, al final empiezo a bailar como ellos y no soy un extraño.
Difícil la adaptación: Bueno el idioma del ballet es universal, en francés, y un jette es lo mismo aquí que en China, y así me impuse, hasta que logre dominar el inglés. Las frustraciones no son tan malas como uno piensa, lo mejor es tratar de encontrar en los inconvenientes una posibilidad de nuevas soluciones.
¿Qué representa el personaje que asume esa gran actriz que es Hilda Oates? Ella es la santera, el único personaje que dice textos en la obra y nosotros respondemos con movimientos. Es una mujer de ahora, que representa la vida cotidiana, pero que también es media loca, se mete con la gente, con el público. En otra escena, independiente de su pobre vestuario, ella empieza a hablar y da un mensaje sobre la guerra, su experiencia, todo lo que ha pasado. Entonces te das cuenta que no es tan loca, que la apariencia no define lo que hay dentro. Es un contraste, te empiezas a cuestionar que tan cuerda es la locura a veces.
¿ Después de La Habana?: Después de las siete funciones en la sala García Lorca (del Gran Teatro) lo presento del 13 al 26 de julio en Londres. Estaremos en el Sadler’s Wells, que son los que me auspiciaron el proyecto, solo con la idea, sin verlo. La producción financiada por ellos.
Baila desde los 16 años en muchos escenarios del mundo, es una estrella internacional, ¿Considera la coreografía para iniciar otra carrera?: En realidad no lo sé ahora mismo. Yo voy donde me lleve el corazón.

JOSEFINA MENDEZ:

Una ballerina de estilo excepcional y tecnica impresionante
• En celebración de sus 50 años en escena
Por MIREYA CASTAÑEDA
• Ver bailar a Josefina Méndez ha sido un privilegio. Justo ahora cuando deseo escribir sobre esta excepcional ballerina en celebración de sus 50 años en escena, escojo los recuerdos, antes de textos, datos, preguntas.
Por experiencia sé que los públicos en una función son variados, a un lado los críticos, por otro los balletómanos, más allá los que gustan del arte, y hasta los que van por primera vez a una función.
Ha sido la Gala por su aniversario (no de las mejores funciones) en que Josefina venció al tiempo y su propia decisión de no bailar, regalando la escena de Doña Rosita en Viva Lorca, y reiterando, si fuera necesario, por que Haskell la llamó “reina de la tragedia”, la que me retrotrajo casi 20 años.
Había invitado a una función a una vecina, una mujer mayor, sin ningún conocimiento de ballet. Esa noche, una de las puestas fue In the night (Jerome Robbins, música de Chopin).
Naturalmente, a la salida comentamos sobre lo visto, y esa vecina, sin conocer a las bailarinas, dijo: a mí me emocionó la que estaba vestida de malva. Era Josefina Méndez.
Fue un impacto esa opinión de alguien “no especializado”. La armonía de su baile, el ímpetu de su lirismo, su técnica depurada habían provocado un real placer.
A lo largo de estos años he tenido la suerte de entrevistar en varias ocasiones a esta estrella del ballet mundial y la técnica y el arte han sido centro del diálogo. Para ella la técnica, y hasta el estilo, deben ser consustanciales, y luego, estudiar cada personaje, pues el lado artístico es absolutamente imprescindible.
Como prima ballerina, de “buena línea y encanto natural”, así fue en sus actuaciones, reconocidas por la crítica: técnica segurísima, estilo de gran clase, interminables y triunfantes balances, deslumbrantes arabesques, cabal sentido interpretativo.
Gracias a uno de esos encuentros, guardo una anécdota que ella relatara. Era 1972 y bailaba Giselle, nada menos que en la Opera de París. Contó que llegó al teatro y la compañía tenía hacia ella una actitud cuando menos de helada espera. Comencé a ensayar —añadió— y al finalizar me percaté que todos estaban alrededor de la escena, un silencio cortante y de repente un aplauso.
Así lo apreció después el crítico André Philippe Hersin en Les saisons de la danse, París, 1972: “Muy pocas veces he visto tantas cualidades reunidas en una misma bailarina: técnica segura, equilibrio impresionante—como prueba, la célebre diagonal—, estilo excepcional, personalidad y emoción en el momento de la locura y en el segundo acto, legato, ligereza y lirismo”.
Alejo Carpentier escribiría de esa misma función: “Y podemos afirmar que desde mediados del primer acto la partida estaba ganada, Josefina se había impuesto por su perfecto dominio sicológico y danzario del personaje, su espléndida precisión, su autoridad manifiesta y su falta de nerviosismo...Ahí se afirmó de modo definitivo la personalidad de una gran bailarina ante un cuerpo de ballet que, entusiasmado a su vez daba lo mejor de sí mismo para secundar a nuestra artista...”.
Desde que el 27 de marzo de 1955 debutara en el Teatro Radiocentro de La Habana interpretando uno de los “napolitanos” (había pocos muchachos y Josefina era alta) en el III acto de El lago de los cisnes (Alicia Alonso e Igor Youskevitch en los roles centrales) en su paso por la escena siempre ha reflejado su alma.
Han pasado a la leyenda las palabras que la diva Alicia Alonso le dijera a la pequeña Josefina y que ella no olvidaría: Nunca dejes que te comparen, ni conmigo ni con nadie porque cada cual tiene su propia personalidad.
El tiempo lo demostró. Josefina Méndez hizo su propia Penélope, Juana de Arco, Cecilia Valdés, Odette-Odille, Giselle, Dionanea, Swalnida, Consuelo, Taglioni, Aurora, Lisette, Bernarda Alba, Flora, Dionaea, Kitri.
Bailarina de extraordinaria fuerza y expresividad, su brillante técnica nunca fue un fin en sí misma, siempre estuvo al servicio de la creación. Aunque los verbos están en pasado, ella niega que ha dejado de bailar, pues ahora maitre principal de la compañía, lo hace a través de sus alumnos, y seguramente de su hijo, el primer bailarín Víctor Gilí, de quien se siente orgullosa y aprecia en él “capacidad tanto para roles dramáticos como humorísticos”.
Otros recuerdos. La noche de su retiro oficial en 1996. Josefina bailó junto a Víctor una coreografía creada especialmente para esa ocasión por Alberto Méndez, Intimidad, con la pantomima dejó a su hijo en el proscenio y fue alejándose lentamente. Una ovación merecida.
Vendría en el 2003 una nueva emoción. Las cuatro joyas (¿sería posible no hacer mención?) Josefina, Loipa Araújo, Aurora Bosch y la ya fallecida Mirta Plá recibían el Premio Nacional de Danza. Al concluir la Gala, primeros bailarines de la compañía pusieron flores en los brazos de las divas, y comenté entonces: “nada tuvo más simbolismo que el instante en que se fundieron en un abrazo Josefina Méndez y el primer bailarín del BNC Víctor Gilí, su hijo. Sin dudas, la continuidad de la escuela cubana de ballet está asegurada”.
Una nueva alegría para la memoria, la celebración del 50 aniversario de Josefina Méndez, quien “con su dignidad soberbia”, demostró por que nunca ha abandonado la escena.josefina mendez

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